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La metamorfosis: lo maravilloso y lo extraño

03/2017

La metamorfosis de Franz Kafka deriva a la vez de lo maravilloso y de lo extraño. Lo maravilloso está presente cuando Gregor Samsa al despertarse una mañana tras un sueño intranquilo, se encuentra convertido en un monstruoso insecto. Lo extraño, por la reacción de sorpresa, pero también de normalidad de sus familiares y conocidos a medida que se desarrolla el relato. Es por lo tanto un relato fantástico iniciado con un hecho sobrenatural, al cual Kafka en 1915 va dando a lo largo del mismo un aire cada vez más natural: nos habituamos a él y podemos llegar incluso a pensar que es realidad siguiendo los serpenteantes deseos de la imaginación.

No existe actualmente imaginario científico donde se encuentre el origen de la inspiración para sustentar la metamorfosis de hombre en insecto. Probablemente, Kafka se inspiró en las metamorfosis de insectos y anfibios descubiertos en su época y las elevó magistralmente a la exageración en su absorbente relato. Si acaso, podríamos afirmar que racionalmente no es imposible que tal acontecimiento extraordinario pudiera ocurrir. Es decir, el que no tengamos noticias de que haya ocurrido algún hecho no significa que éste pudiera darse alguna vez en el futuro, y para ello, me baso en la duda escéptica de Hume, por la que no podemos inferir racionalmente un efecto a partir de una causa, o sea, no podemos afirmar a priori, qué ocurriría si se dieran unas determinadas causas.

Por imaginar, imaginemos que el ADN de algún animal, y por alguna improbabilísima causa natural, provocase la mutación de un hombre en otro animal, o, que la ciencia llegara a tal punto de desarrollo que fuera capaz de conseguir en laboratorio tal metamorfosis. En este paradigma científico, la transformación kafkiana ya no estaría basada en un hecho sobrenatural, sino en un hecho que sigue unas leyes conocidas por los científicos, por lo que contextualizando su obra a ese futuro tecnocientífico, ya no sería considerada La metamorfosis de Kafka una obra de corte fantástico, sino una maravillosa novela de ciencia ficción extrañamente realista. 

El arte, o aquellas cosas que decimos que son arte, han reflejado a lo largo de la historia la idea de la metamorfosis humana y divina. Grandes artistas como Tintoretto, Blake o Salvador Dalí han plasmado en sus obras esos mitos y delirios intelectuales que resuenan a historias maravillosas y extrañas como la de Kafka.

El arte y la metamorfosis:

BLAKE, Newton

Nabucodonosor,1795

El rey Nabucodonosor II se metamorfosea en un animal como símbolo de la condición humana esclava de las pasiones.

Nabucodonosor II, cuyo reinado tuvo lugar en el siglo VI a. C., fue seguramente el monarca más temido y poderoso de la dinastía caldea de Babilonia. Constructor de los famosos Jardines Colgantes y de otros grandes monumentos en la capital de Mesopotamia, la tradición judeocristiana le presentó en cambio como un tirano cruel y despiadado por haber emprendido la conquista de Judá y haber ordenado la destrucción de templos en Jerusalén. El grabado acentúa la condición negativa del rey, mostrándole como un personaje atormentado por la culpa, de mirada perdida, barba desaliñada y uñas en forma de garras, que se arrastra como un animal desnudo por el interior de una oscura caverna.

TINTORETTO

Leda y el cisne, 1555

El dios Zeus se metamorfosea en un cisne.

Leda y el Cisne es un motivo de la mitología griega, según el cual Zeus descendió del Olimpo en forma de cisne para encontrarse con Leda mientras esta bellísima doncella paseaba junto al río Eurotas, cerca de Esparta, y Leda le dio a Zeus cuatro hijos inmortales.

DALI, Salvador

La metamorfosis de Narciso, 1937

Narciso se transmuta en una flor.

De todas las versiones del mito de Narciso, la más conocida es la de las Metamorfosis de Ovidio, según la que Narciso es hijo de la ninfa Liríope y del río Cefiso.

De muchacho es objeto de deseo de numerosos jóvenes de ambos sexos por su belleza, pero él los rechaza a todos y a todas. Entre sus pretendientes, la ninfa Eco se enamora perdidamente pero él no le hace caso y, desesperada, se retira a un lugar solitario donde de ella sólo queda su voz.

Némesis, recogiendo la súplica de una de sus víctimas, logra que Narciso, en un día caluroso, paseando por un lugar donde hay una fuente, se incline a beber y se enamore de la imagen que ve allí reflejada, la suya. Y, como no la puede conseguir, se deja morir, inclinado sobre su propia imagen. En el lugar de su muerte nace una flor que lleva su nombre, Narciso.

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Arturo Gradolí. Informàtic, Filòsof i Màster en Història i Comunicació de la Ciència (UPV-UV)

2/3/2017

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