Arte y filosofía, Dalí y Nietzsche
12/2014
1. Presentación
Un enigma es un dicho o cosa que no se alcanza a comprender, o que difícilmente puede entenderse o interpretarse razonablemente. El Enigma sin fin es una obra pictórica surrealista que emana del inconsciente de Salvador Dalí, por lo que no puede ser comprendida por la razón consciente y el análisis lógico-racional, ya que contraviene los principios de la causalidad, de la lógica y del espacio-tiempo.
Si observamos el óleo durante un momento, percibiremos una serie de imágenes encadenadas que el inconsciente irá construyendo y adaptándolas a nuestra percepción de la realidad cotidiana. Hasta al menos seis diferentes y complementarias imágenes dobles o paranoicas que, según el propio Dalí, son «la representación de un objeto que, sin la menor modificación figurativa o anatómica, es al mismo tiempo la representación de otro sujeto absolutamente diferente». Un hombre recostado que simula una montaña, es decir, imágenes dobles que figuran un todo sin sentido, o quizás con un sentido que tratamos de descubrir pero que no alcanzamos a comprender porque esa realidad es una realidad oculta en lo más hondo de nuestra mente, en nuestra imaginación, en los deseos, anhelos, esperanzas y miedos de nuestro inframundo inconsciente.
Dalí fue un hombre muy influenciado por las teorías de Sigmund Freud y su interpretación de los sueños, de las asociaciones libres del inconsciente y del psicoanálisis, pero también fue inspirado por la ciencia del momento, por la relatividad de Einstein, por la mecánica cuántica y los descubrimientos en biología. Si añadimos a todo esto una personalidad histriónica, excéntrica, dionisíaca, vitalista, narcisista y anárquica, junto a un método de creación de contenido surrealista, entonces el resultado es algo diferente, algo realmente atrayente, novedoso y disruptivo. Dalí fue eso, un genio disruptivo que lucía bigote inspirado en Velázquez para él pasar desapercibido, que trató de mostrarnos como llegar con su método paranoico-crítico inspirado en las teorías freudianas, al fondo abisal de nuestra mente, a otra personalidad, quizás a nuestra genuina manera de ser, que puede estar oculta, constreñida y no mostrada a los demás.
Probablemente, en un futuro cercano y con la Inteligencia Artificial de los superordenadores cuánticos podamos llegar a simular a un hombre racional, pero difícilmente llegaremos a simular lo que Dalí fue capaz de construir desde su teoría de la creación irracional, porque todavía estamos muy lejos de descubrirlo. Quizás, sin saberlo, abrió un camino válido para alcanzar el tan preciado conocimiento sobre el inconsciente para la filosofía y la ciencia.
2. Análisis formal
La composición cromática utiliza una gama algo oscura pero donde predominan los tonos cálidos. Tan solo se aprecian colores fríos en las montañas que recorren el fondo superior, de tonos azules bajo un cielo compuesto de verdes y amarillos. El centro de atención, de tonalidad verde luminoso, se encuentra en varios elementos que configuran un rostro, cuyo ojo derecho está constituido por una inapreciable barca de vela a simple vista, y la nariz y la boca están representadas por una mujer de espaldas que parece manipular unas redes que sobresalen de lo que podríamos interpretar racionalmente como la quilla de un barco. Otro elemento que se encuentra en el centro de la pieza, en la mitad izquierda, y que aporta peso a ese lado del lienzo es la que representa la quilla del barco mencionado, y que también representa la caja de un instrumento musical de cuerda de tonos anaranjados con tres clavijas en el clavijero que penetran una pata delantera den un galgo. Ambas interpretaciones se enmarcan dentro de la doble figuración o imagen doble daliniana.
Se aprecia que el cuadro está lleno de sombras, cuya iluminación es totalmente irreal, anti-naturalista y crepuscular, lo que favorece una advertencia fantasmagórica de la escena, quizás emanada de algún miedo inconsciente de Dalí plasmado inadvertidamente en esta pintura. Encontramos luces y sombras procedentes de distintos y opuestos puntos. La franja que parece estar más destacada por su luminosidad es la mitad inferior por la caja del instrumento musical, y también por el plano dentado amarillento y verdoso sobre el cual parecen descansar todas las figuras más pesadas de la irreal escena.
Las líneas de dibujo son en general blandas y redondeadas. Gran parte de las líneas que configuran los elementos del cuadro, sobre todo de la mitad derecha inferior, son oblicuas y se dirigen hacia la izquierda. En la parte izquierda se aprecian figuras geométricas, tales como los triángulos en modo dentado que recuerden a los dientes de un tiburón, lo que hace de contrapeso y equilibra el conjunto.
Las formas y sus contornos están bien definidas. Hay gran variedad de formas, mezclando formas naturales con formas artificiales no encontradas en la naturaleza, y que ayudan a toda la composición a reforzar la perspectiva lineal.
3. Análisis del contenido
El método paranoico-crítico es un método ideado por Salvador Dalí que trata de conquistar lo irracional de la mente: imágenes mentales fabricadas por el inconsciente. Es un proceso mental voluntario, espontáneo y provocado, para lograr conocimiento irreflexivo, basado en la asociación paranoica-crítica de los fenómenos delirantes. Es entonces, el método, de actitud activa, sistemática y espontánea, por oposición a la actitud pasiva, contemplativa y estática. La asociación está inspirada en la asociación de ideas freudianas y el matiz es daliniano, es decir, paranoico-crítico con respecto a los contenidos inconscientes. Según el propio Dalí sería «una representación tal de un objeto que sea al mismo tiempo, sin el menor cambio físico ni anatómico, la representación de otro completamente distinto”.
En esta obra realizada con el método paranoico-crítico, la imagen de nivel superior contiene una rama muerta con un pequeño paraguas colgando de ella; en la parte superior de la rama hay un pequeño pez transparente; el lado derecho tiene los ojos oteando de su mujer y musa Gala (Elena Ivanovna); las imágenes combinadas crean la apariencia de un rostro con un lazo atado alrededor de su cabeza; el ojo oscila rápidamente entre el todo y las imágenes individuales, creando lo que Dalí llamaba «una crisis mental» al espectador. Al contemplarlo quizás estemos experimentando esa crisis.
El cuadro surrealista esconde dentro de sí al menos seis cuadros, y siempre abierto a la interpretación racional del espectador, ya que cada uno de ellos está oculto y, a modo de ilusión óptica, porque nuestro cerebro no individualiza esas imágenes hasta que sepamos qué hay que buscar y dónde, pero eso no significa que inconscientemente no las hayamos captado de inmediato. Cuando se combinan algunos elementos del cuadro otros se desocultan El cuadro abarca diversos géneros de temas típicos de la pintura de todos los tiempos: desnudo, animales, mitología, retrato, naturaleza muerta, escena de género, paisaje…
Dalí hizo estos dibujos para ayudar al observador:

4. Significación histórico-artística
El Enigma sin fin se enmarca dentro de la corriente surrealista. En palabras del doctor en filosofía José Jiménez, el surrealismo no es un movimiento literario o artístico más, sino que pretende ser un espíritu nuevo, una forma de cambiar la vida, haciéndolo a través de una ampliación del psiquismo, del comportamiento del ser humano, que no se puede reducirse únicamente a la razón o comportamiento moral estereotipado. El surrealismo abre la vía de lo inconsciente, de la imaginación, del sueño, y desde ese punto de vista supone un gran enriquecimiento de la personalidad y ha contribuido a cambiar la vida de la gente hasta nuestros días.
El surrealismo, término acuñado en 1917 por Guillaume Apollinaire, surge en los años de entreguerras mundiales del siglo XX en Francia, tomando como precedente más inmediato el dadaísmo del rumano Tristan Tzara y su actitud anti-todo, tanto social como política y racional, surgido en 1916 en plena primera guerra mundial. Freud fue también una fuente de inspiración para este movimiento surrealista, sin embargo se pueden encontrar raíces del surrealismo en el siglo XIX con el romanticismo y la liberación del yo, y también con Friedrich Nietzsche y lo dionisiaco y vitalista. El romanticismo fue un movimiento de reacción al racionalismo, invitando a la imaginación, a lo oculto, a las emociones y a veces a la trascendencia sagrada. El surrealismo también, pero desde una visión antropológica y materialista, apelando solo a la inmanencia, a lo más interior del ser humano, a lo inconsciente, lo más oculto y lo irracional o pasional.
El surrealismo fue una aventura colectiva antirracionalista que nació en los años 20 en París a partir de un pequeño grupo de intelectuales, entre los cuales se hallaban Max Ernst, René Magritte, y Dalí, que dejó sentir su influencia estética en toda Europa continental y los países anglosajones. El primer manifiesto surrealista fue proclamado por André Breton en 1924, donde se definía lo surrealista como “Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. En el manifiesto se hace referencia tres veces a Freud: “Debemos reconocer que los descubrimientos de Freud han sido de decisiva importancia”.
Pero el pintor surrealista más asociado a Sigmund Freud es Salvador Dalí, que durante la década de los treinta obvió el automatismo psíquico y aplicó su método paranoico-crítico en obras como: El hombre invisible (1933), Impresiones de África (1938), El gran paranoico (1936), o Enigma sin fin de 1938.
5. Conclusión
Decía Nietzsche que cuando los hombres no vivían todavía en sociedad, eran libres, salvajes, vagabundos, y sus instintos naturales se exteriorizaban para luchar en el medio hostil de la naturaleza (probablemente se refería al deseo sexual, la dominación, la supervivencia física, el sufrimiento, el placer y la agresión cazadora). Cuando el hombre empezó a vivir en sociedad y en la paz, todas esas fuerzas interiores no podían desahogarse hacia afuera, hacia el medio natural, y se volvieron hacia dentro, hacia el interior de nuestra mente. Entonces, la enemistad, la crueldad, el deleite en la persecución, en la agresión, en el cambio, en la destrucción, se apoderó de la conciencia humana. Esto es lo que Nietzsche denominó como la mala conciencia, provocada por el instinto de libertad reprimido, el sufrimiento interior del hombre, resultado de una separación violenta de su pasado animal, de sus instintos inconscientes de libertad, domesticados en la estrechez y regularidad de las costumbres.
Así expresaba Nietzsche en la Genealogía de la moral de 1887, su interpretación sobre la libertad constreñida del hombre por las estrecheces sociales, tesis que fue posteriormente demostrada convincentemente por Freud, que en sus primeros escritos ya afirmaba que la raíz de la agresión se encuentra principalmente en una frustración instintiva. Nietzsche está hablando de instintos y emociones reprimidas, es decir, de resortes y fuerzas naturales inconscientes, no racionales, que determinan nuestras acciones y pensamientos; pero, no está refiriéndose al hombre bueno salvaje de Rousseau, sino al ser humano fuere como fuere, ni bueno ni malo, porque en la naturaleza no existen categorías éticas.
La historia de la humanidad, sobre todo desde los sumerios, es una lucha permanente de la racionalidad contra los instintos básicos y las emociones, condicionado por los patrones culturales predominantes, con épocas de mayor y otras de menor presión, ya sea mediante códigos morales trascendentes, normas jurídicas inmanentes, o mediante costumbres y tradiciones, aunque probablemente todas ellas necesarias para la rápida evolución y adaptación a la gran novedad humana que es la sociedad compleja, después de millones de años de evolución regida básicamente por los instintos naturales.
Dalí y el surrealismo vuelven su mirada a ese enriquecimiento de la personalidad que apuntaba Jiménez, ya que el ser humano también está compuesto por esa parte inconsciente que está en nosotros desde los primeros homínidos y que neurodetermina parte de nuestra conducta. Esa desatención a “la mitad” del ser humano, es decir, al ser humano integral, creo que nos pasa factura psicológica por contravenir, por incumplir las leyes naturales registradas en los instintos innatos. La sanción o pena a cumplir es la cárcel de una vida excesivamente tutelada por la razón y sus siempre necesarias argumentaciones racionales, sean ciertas o falsas, y que podrían ser las responsables en parte, de tanta infelicidad, enfermedades psicosomáticas, crueldad, destrucción y horrores a lo largo de la historia.
La conclusión es entonces que, la gran aportación del surrealismo y de Dalí, es un recordatorio estético permanente que nos muestra que el inconsciente y los instintos nos acompañan de manera omnipresente, y que son una fuente de conocimiento por descubrir, que de seguro, nos abrirá nuevas formas de entender la vida, la ciencia, la tecnología, la filosofía, el arte, y en definitiva la felicidad en futuras sociedades que den valor al término irracional en sentido natural y no despectivo, porque lo irracional, lo inconsciente, lo no reflexivo, forma parte de nuestro pasado animal.
¿Pasado?
Arturo Gradolí. Doctor en estudis històrics i socials sobre ciència, medicina, tecnologia i comunicació científica. Informàtic, filòsof, historiador.
Diari La Veu del País Valencià
Decembre de 2014