Filosofía, Inteligencia Artificial y Alan Turing
01/2018
En su artículo «Computing Machinery and Intelligence» de 1950, Alan Turing, describe un experimento de laboratorio que, afirmaba, se podría usar para averiguar si un computador era capaz de “pensar” en el sentido de mostrar un comportamiento análogo al humano. Su test se ha venido a conocer como la prueba de Turing, una charla a ciegas entre dos humanos y una máquina. La idea básica de la prueba, —que todavía no ha sido superada— es que uno de los dos humanos, el que interroga, debe intentar averiguar cuál de los otros dos participantes es el computador. El experimento se repite varias veces con diversas personas en las posiciones de los humanos, y si el número de identificaciones acertadas del computador no es significativamente mayor que la frecuencia del azar, del 50 por 100, se concluye entonces que el computador puede pensar.
La prueba de Turing ha sido asunto de gran controversia y objeciones en círculos filosóficos, aunque los investigadores de la IA se han inclinado por lo general a aceptar su validez. Los trabajos de Turing han marcado una de las líneas más prosperas de investigación en IA. Su enfoque de estudio basado en el conductismo, y quizás inspirado por Ludwig Wittgenstein (1889-1951) —filósofo con quien debatió ampliamente— introdujo la idea de las máquinas que aprenden (Turing 1950 p. 19), la cual desemboca en el actual concepto de machine learning o de aprendizaje automatizado de las máquinas.
Sin embargo, hay expertos que cuestionan la prueba de Turing en el sentido conductista del comportamiento, porque opinan que la conducta no es suficiente para justificar la inteligencia. Es el caso del ingeniero informático y presidente del Instituto de Neurociencia Redwood, Jeff Hawkins (1957), quien arguye desde una perspectiva cognitivista que la inteligencia no es solamente cuestión de actuar o comportarse inteligentemente, porque el comportamiento es una manifestación de la inteligencia, pero no es la característica central o definición primaria de un ser inteligente. Es decir, la inteligencia es algo que ocurre en el cerebro, pero el comportamiento es un ingrediente opcional. Esta idea nos hace intuir que la IA no tiene necesariamente que mostrarse en robots androides, como pueda ser la tendencia natural a primera vista, sino que puede ser una IA de software desprovista de soporte físico humanoide. Esta es una de las principales causas por la que el modelo conductista está siendo reemplazado por el modelo cognitivista, y en concreto por la psicología cognitiva.
Arturo Gradolí. Informàtic, Filòsof i Màster en Història i Comunicació de la Ciència (UPV-UV)
13-01-2018