Las falacias del darwinismo social
11/2016
La noción del darwinismo social se justifica en la tesis de que el evolucionismo biológico de Charles Darwin es directamente aplicable al contexto socioeconómico humano. El propósito de esta equivalencia es legitimar un sistema económico conocido también como capitalismo salvaje, en el que los más aptos se identifican con los más fuertes e inteligentes, y a su vez, con los ricos y poderosos. Esta idea se ha venido a conocer como la ley del más fuerte que premia a los ganadores. La ciencia, una vez más, es utilizada desatinadamente con fines ideológicos.
Sin entrar en juicios de valor sobre esta ideología económica, política y ética, voy a tratar de demostrar que los defensores del darwinismo social representados por Herbert Spencer (1820-1903), utilizan ilegítima y falazmente la teoría evolucionista de Darwin para justificar su tesis, y para ello, opino, se sirven de al menos tres falacias. Trataré de mostrarlo lo más sintéticamente posible.
A grandes rasgos, la teoría evolucionista de Darwin comprende dos aspectos fundamentales: el primero se refiere a la supervivencia del conjunto de las especies animales por selección natural; y el segundo, subsumido en el primero, al comportamiento de “competición” de los individuos de una misma especie para encontrar alimento, escapar de los depredadores, o generar descendencia. Es conveniente aclarar que fue Spencer, y no Darwin, quien acuñó el vocablo «supervivencia de los más aptos» en su libro Principios de Biología (1864).
En el primer aspecto relativo a la especie en su conjunto encontramos la primera falacia: la supervivencia de la especie humana por selección natural es equivalente a la supervivencia de otras especies animales. En efecto, esta afirmación es errónea porque la única especie humana actual es la dominante en la escala de depredación sobre el resto de especies vivas del planeta. Además, no hay ninguna lucha para mantener la existencia como especie frente a otras especies de animales, por lo que equivaler el argumento de supervivencia de las especies salvajes a la humana es caer en la falacia de la falsa equivalencia.
La segunda falacia se desvela cuando tratamos de equiparar el comportamiento individual y grupal de alguna especie animal a la humana, porque las sociedades humanas se rigen por unas leyes inventadas por los propios humanos, y por el contrario, los animales se rigen por unas leyes naturales determinadas por sus propios instintos naturales. Argumentar que las leyes naturales deben ser aplicadas al contexto social humano, es decir, prescribir el mundo natural al mundo social, significaría que el «ser» algo, implicaría «deber ser algo», y entonces desde una descripción –ser–, derivaríamos una prescripción –deber–, por lo que caeríamos en el pozo de la falacia lógica naturalista.
La tercera falacia tiene a ver con la propia denominación de darwinismo social, la cual esconde que no solo es social sino también que es un sistema económico y ético de corte capitalista salvaje, y sostiene que para cualquier problema que pueda darse en una sociedad, el sistema social darwinista nunca es responsable o culpable, sino que lo es el propio individuo. Por ejemplo: el que es pobre, lo es por su culpa y no por culpa del sistema, y el debil y el miserable también. De manera que, el estado debe intervenir al mínimo en las interacciones entre los individuos y empresas (laissez faire). Como es seguro que no vamos a encontrar en la naturaleza ningún sistema económico capitalista salvaje, ni de ningún tipo, entonces es evidente que el término darwinismo social esconde la falacia de definición.
En definitiva, es falaz el término acuñado como darwinismo social, porque es ilegítimo, equívoco y manipulador sustentar cualquier sistema social, económico y ético, en la teoría científica de la evolución de Darwin, es más, en cualquier teoria científica. Confusión por la que deambuló incluso el propio Darwin (The descent of man, and selection in relation to sex, 1871), quizás en el intento de reforzar la idea de la competitividad, o, de identificar las ciencias empíricas con las humanidades en el siglo XIX.
La noción de «supervivencia de los más aptos» en el sentido de fuertes e inteligentes, está reforzándose como equivocada a medida que transcurre la historia. En la actualidad ya no sobreviven mejor las empresas más grandes y poderosas, sino las más rápidas en adaptarse a los nuevos requerimientos del mercado, así como en incorporar los sistemas de organización humana más adecuados y en usar las mejores tecnologías. Es decir, sobreviven y prosperan las empresas que mejor han podido adaptarse al medio socioeconómico, mientras que en el otro extremo, desaparecen los grandes y fuertes dinosaurios empresariales que no lo lograron, por ejemplo, Kodak.
Arturo Gradolí. Informàtic, Filòsof i Màster en Història i Comunicació de la Ciència (UPV-UV)
Novembre 2016