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«Genealogía de la moral» de Nietzsche

11/2012

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(3er viaje de Àlex mediante Realidad Virtual Inteligente RVI)

Sinopsis

El siguiente relato tiene el objetivo de divulgar desde un marco sencillo y relativamente organizado, los conceptos fundamentales de Friedrich Nietzsche referidos a los tratados primero y segundo de su libro «La genealogía de la moral» publicado en 1887. El formato de este relato es a modo de una especie de parábola retro-futurista diseñado para divulgar la perspectiva vitalista nietzscheana del hombre como meta y esperanza, la cual conecta el racionalismo kantiano con la hermenéutica contemporánea. A fin de hacerlo más intuitivo y recrear la personalidad de Nietzsche, elemento necesario para entender esta obra, he instrumentado un sistema de Realidad Virtual Inteligente (RVI) donde se dialoga con el filósofo y se intenta aplicar el mensaje de «La genealogía de la moral» al momento histórico actual.

Durante la narración se comentan los términos siguientes: eticidad de la costumbre, felicidad individual, interiorización del hombre, mala conciencia, la voluntad de poder, pathos de la distancia, resentimiento, transvaloración moral, sentimiento de culpa, capacidad de olvido y licitud de hacer promesas.

Àlex, una ciudadadana de Abdera, un lejano planeta colonizado y poblado por los humanos hace siglos, visita por tercera vez su Madre Tierra.

 Relato

Àlex de Abdera emprende su tercer viaje sideral. A los cuatro meses de la partida llega a su Madre Tierra donde le está esperando como siempre su amigo Sam. ─¡Hola querida amiga, bienvenida de nuevo! ¿Qué tal el viaje desde Abdera? ─Excelente Sam, buenos ágapes los servidos abordo…

─ ¡Pero que son esos gritos y esa furia desatada!, preguntó Àlex al observar a un grupo de humanos viendo un programa deportivo en una pantalla de difusión tridimensional de imágenes.

─ Son desahogos necesarios para liberar las ancestrales pulsiones instintivas reprimidas del ser humano ─aclara Sam.

─ ¿Qué es lo que produce esa exaltación?

─ Hace algunas centurias se jugaban una especie de batallas entre equipos de hombres y también entre equipos de mujeres, que denominaban partidos de futbol. El propósito era conseguir el triunfo. Eran personas fuertes, orgullosas, con ambición de ganar el partido, la guerra, y alzarse con la copa de vencedores. Fueron esa clase de estirpe que respeta al rival a quien considera como igual. Se comportaban en cada batalla, es decir, en cada partido de futbol y ante la sociedad en general, como auténticos caballeros nietzscheanos que respetan a sus iguales y los honran tanto en las victorias como en las derrotas.

─ ¿Qué significa nietzscheano, Sam?

 ─ Friedrich Nietzsche fue un filólogo y filósofo prusiano del siglo XIX de la era anterior a la nuestra, que cuestionó la validez universal de los principios morales establecidos y que se revolvió contra los dogmas y contra la eticidad de la costumbre, es decir, la moral que identifica la buena acción con las normas establecidas del momento histórico. La eticidad de la costumbre fomenta modelos homogéneos de vida en contraposición a la búsqueda de la felicidad individual. Para Nietzsche no existen fenómenos morales, sino una interpretación moral de los fenómenos. Nietzsche, nihilista activo o de la acción, analizó a los hombres como seres con instintos animales naturales y emociones que, de alguna manera, predeterminan nuestro comportamiento individual y social.

 ─ Es muy interesante lo que me estas contando. En mi planeta muchos de esos instintos naturales han sido tecno-genéticamente desactivados o amodorrados en muchos ciudadanos, para procurarnos vivir más felizmente en sociedad, de manera que ahora en general somos muy inactivos y en absoluto agresivos. Quizás la supresión de la ambición, el afán de dominio y la codicia, nos inclina a la pereza; y a pesar de que la ley es justa y todos los habitantes tenemos todas las necesidades básicas ampliamente cubiertas, se producen muchos suicidios todavía inexplicables. Se aventura que esto es debido a que nuestra especie es débil emocionalmente, y que la vida tan apacible, tan regular, tan segura, tan previsible, tan fácil y tan cómoda, sin ningún tipo de sufrimiento, sea la causa de la frustración y de la apatía.

 ─ Àlex, si te apetece, mientras levitamos hasta el puerto de amarre de la nave, podrías conocer casi de primera mano las enseñanzas de este gran filólogo y filósofo, sumergiéndote como en anteriores viajes en la RVI -Realidad Virtual Inteligente-. ¿Qué te parece?

 ─ Estupendo, genial. Ya tengo puesto el casco de realidad virtual.

 ─ Excelente Àlex. Ahora intenta trasladarte mentalmente junto a Nietzsche en donde está terminando de escribir su Genealogía de la moral. Estás paseando distendidamente con él…

Ready RVI …

─ Hola Friedrich .

─ Hola Àlex.

─ Encantado de conocerle ¿Puedo tutearte?

─ Si claro, puedes llamarme señor.

─ De acuerdo, señor.

─ Àlex, ¡La Tierra ha sido ya durante mucho tiempo una casa de locos! Bueno, disculpa, voy a intentar calmar mi ánimo. Quiero ilustrarte sobre unos conceptos importantísimos, ¿O prefieres hablar de algo en concreto?

─ Quizás más tarde, señor. Ahora ilústreme con su saber.

─ Cuando los hombres no vivían todavía en sociedad, eran libres, salvajes, vagabundos, y sus instintos naturales se exteriorizaban para luchar en el medio hostil de la naturaleza.

─ Quizás se refiera, señor, al deseo sexual, la dominación, la supervivencia física, el sufrimiento, el placer y la agresividad cazadora.

─ Interesante tu ampliación Àlex. Bien, cuando el hombre empezó a vivir en sociedad y en la paz, todas esas fuerzas interiores no podían desahogarse hacia afuera, hacia el medio natural, y se volvieron hacia dentro, hacia el interior de nuestra mente. Esto es lo que yo llamo interiorización del hombre. Entonces, la enemistad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agresión, en el cambio, en la destrucción, se apoderó de la conciencia humana. Esto es lo que yo denomino la mala conciencia, provocada por el instinto de libertad reprimido, el sufrimiento interior del hombre resultado de una separación violenta de su pasado animal, de sus instintos inconscientes de libertad, domesticados en la estrechez y regularidad de las costumbres. A esos resortes espontáneos y vitales que es el instinto de libertad los denomino la voluntad de poder.

─ Perdón, señor, ¿ha dicho la voluntad de poder, o la voluntad del poder?

─ La voluntad de poder, Àlex. De poder vivir sin la camisa de fuerza que es la eticidad de la costumbre y la moralidad sobrevalorada.

─ Entiendo señor, creo que no se refiere al poder en el sentido de poder-sobre o poder de dominación, sino que se refiere más bien al poder-de, al poder en sentido de capacidad personal de crear algo: poder-de construir, de empezar algo nuevo, poder-de ser libre, poder-de ser uno mismo. Intuyo que esto es bueno.

─ Entiendo que para ti, Àlex, bueno y malo tiene un trasfondo moral. Pero verás, el origen del término “bueno” está acuñado por la clase dominadora, basado en el rasgo típico de los poderosos, de los señores, de los que mandan, es decir, los nobles, los verdaderos, y el término antagónico “malo” era atribuido al hombre vulgar, al mentiroso, al abyecto y al plebeyo. Sin embargo, tengo que decirte que “malo” no tenía una acepción despectiva por parte de los buenos, los nobles, sino como un sentimiento de superioridad o pathos aristocrático de la distancia sobre la otra clase inferior. Etimológicamente era así, no tenían el sentido moral donde se relaciona el bueno con el bien y el malo con el mal, no eran conceptos moralizados. Esos buenos a los que me referiré como casta noble o guerrera-caballeresca, se caracterizaba por unos valores evidentemente nobles, tales como una constitución física poderosa, salud floreciente y desbordante que propicia la guerra, la caza, la danza y las peleas.

El noble concibe el concepto “bueno” espontáneamente desde él mismo, y entonces se forma una idea del “malo”. El noble cuando siente la constricción social en sus instintos, necesita salir a la selva, a la guerra, para poder desahogarse y para a continuación retornar de nuevo a la reclusión de la paz de la comunidad.

─ Ahhh, empiezo a intuir lo de las batallas en los campos de futbol.

─ Pero ¿sabes Àlex?, surgió algo pernicioso y malévolo. Surgió el resentimiento, el odio reprimido, el rencor, la envidia a los valores nobles. La casta noble-sacerdotal judía1 del resentimiento por excelencia, con tendencia a incubar ideas y hostilidad metafísica a los sentidos, con su ascetismo y venganza, impotencia y odio a los sentimientos nobles y buenos, hizo su aparición para hacer del mundo esa casa de locos que todavía sufrimos.

Urdieron un plan maquiavélico a largo plazo para debilitar a sus enemigos los romanos, e inventaron la moral cristiana. Para ello se desquitaron con una venganza imaginaria contra otros opuestos y externos a sus valores, contra los valores de los hombres nobles. Es decir, necesitan de estímulos exteriores, hablando fisiológicamente, para poder en absoluto actuar. Su acción es de raíz, reacción, al contrario que los nobles que no buscan otros opuestos y externos a ellos mismos para vengarse de nada, no los necesitan, sólo buscan lo bajo, lo vulgar, lo “malo” para autosatisfacción propia, como un pálido contraste del pathos o sentimiento de la distancia.

Estos resentidos, débiles, esclavos de la moral, decidieron que la debilidad debe ser transformada en mérito, la impotencia en bondad, la temerosa bajeza en humildad, la sumisión a quien se odia en obediencia eterna a Dios, la cobardía en paciencia y en virtud, el no-poder-vengarse en no-querer-vengarse o perdón y amor a los enemigos, y para colmo, la miseria será una preparación, una prueba de Dios que gratificará en felicidad celestial al rebaño moralizado de los mansos de espíritu.

A eso le llamo yo la transvaloración moral. Es el mundo al revés, los buenos pasan a llamarse los malvados, los crueles, los lascivos, los insaciables, los ateos y los malditos, mientras que su antítesis, los históricamente malos, los resentidos, los inactivos, los reactivos, pasan a autodenominarse los buenos. Esos resentidos reinterpretaron los valores y los impusieron con su dominio, los transvaloraron además de moralizarlos. Los resentidos que vencieron a los valores nobles, continúan triunfando con su venganza hoy día por medio del cristianismo.

 ¡Basta! ¡Basta!

─ Tranquilícese señor. Bueno, puedo aportarle que la Iglesia reforzó esa hostilidad a los sentidos con los siete pecados capitales: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira envidia y soberbia. Mortales ya tan solo por solo pensar en ellos.

─ ¡La soberbia!, cuna de la arrogancia y el orgullo ¡Calla!, ¡No me digas más, no me digas más!  ¡Las religiones son sistemas de crueldades!

─ ¿Crueldades?, señor.

─ ¡Exacto, Àlex! Y con ello, lo instintivo llegó a denominarse pecado. Ese resentimiento hacia los valores nobles es redirigido por los sacerdotes ascéticos2 hacia dentro del hombre, hacia la mente, inculcando en el rebaño que el débil será débil, enfermo y pecador por su propia culpa, como un sentimiento de culpa, agravando entonces la interiorización del hombre y con ello la mala conciencia. Ese sentimiento de culpa provoca el sufrimiento interior, la autotortura, la autoflagelación y el autodesprecio. Culpa, pena de uno mismo, la última antítesis capaz de suprimir los instintos de animal, se interpretan moralmente en el pecado como una deuda con Dios, pagada en el paroxismo de lo absurdo a través y gracias al mismo enfermo ascético, artista en crear estados de pena. Una vez más un concepto como la culpa, que originaria y etimológicamente proviene de un concepto comercial entre deudor y acreedor en cuanto a tener deudas materiales, se reinterpreta en sentido moral.

─ Pero, cambiemos de tema; ahora me gustaría conocer cuál es su opinión sobre la felicidad.

─ La felicidad es para los resentidos como una narcosis, un aturdimiento, quietud, paz, distensión del ánimo, relajamiento, es decir, pasividad. Nunca olvidan su resentimiento, nunca digieren las vivencias, y sin la fuerza de capacidad de olvido no puede haber ninguna felicidad.

El hombre de valores nobles vive con confianza y franqueza frente a sí mismo. Su inteligencia tiene un delicado dejo de lujo y refinamiento, y tiene seguridad de sus instintos inconscientes y entusiasta inmediatez instintiva en la cólera, el amor, el respeto, el agradecimiento y la venganza. Su resentimiento, cuando ocasionalmente aparece, es una reacción inmediata y muy pasajera, ya que tiene esa capacidad instintiva de olvido para ser uno mismo feliz, feliz consigo mismo. Pero al mismo tiempo, ese olvido lo deja en suspenso al hacer promesas.

Al hombre noble, señor de la voluntad libre, le es lícito hacer promesas, ya que, al dar su palabra a otro igual a él, empeña su vida para cumplir lo que en conciencia entiende como un deber y como su responsabilidad, manteniéndose fuerte frente a toda adversidad. Ese hombre que se siente orgulloso de sí mismo, que se siente espontáneo, instintivo, activo, de espíritu creador, desacostumbrado, autolegislado y autónomo con su propio sistema de valores personales, que mira con desdén la eticidad de la costumbre, ese es el hombre soberano y libre que domina la fuerza de capacidad del olvido y la gestiona a su voluntad. Ese hombre no cree en las desgracias, no confunde a los refinados con los ricos, no busca el agradecimiento ni la retribución, no es rencoroso ni vengativo y ese hombre que respeta a sus enemigos y los honra.

─ Esas últimas frases me recuerdan a aquellos entrenadores de futbol.

─ ¿Cómo dices Àlex?

─ No, nada, cosas mías.

─ Señor, su fuerza expresiva y sus enseñanzas me evocan una especie de sentimiento que me produce una sensación de bienestar, de autoconfianza, de poder, de felicidad conmigo mismo. Siento que valgo más como ser humano.

─ Esa es la idea, Àlex. La moralidad dogmática del resentimiento, de la decadencia, de la contranaturaleza considerada como moral, nos ha sugestionado y engañado durante varios milenios con sus paparruchas del alma inmortal y que el otro mundo, el del “más allá”, vale más que el mundo real, el mundo en que vivimos.

Esa moral ha desvalorizado nuestro cuerpo, nuestros instintos, en definitiva, nuestra vida. Por eso yo soy el primer inmoralista, el antidogmático, el filósofo que combate los ídolos, los ideales, las supersticiones, las guerras y los fanatismos, el filósofo que apuesta por un progreso del hombre capaz de desarrollarse y adaptarse a la vida aumentando día a día su deseo y voluntad de poder, en definitiva de libertad.

─ Señor, quizás se refiera a más-vivir en lugar de vivir-más.

─ Así es amiga mía, y a más-vivir con el fin de convertir la vida social para todos en una coexistencia de señores de voluntad libre, de espíritu libre, es decir, de superhombres.

 ─ Entiendo señor, pero creo que su Genealogía de la Moral no aclara cómo conjugar la felicidad individual con la justicia social, ya que para usted el derecho, y por lo tanto lo justo y lo injusto no se fundamenta en la moral sino en el poder.

Usted considera que cada uno se da a sí mismo sus propias leyes de conducta, al igual que las leyes morales del imperativo kantiano se las concede también cada persona autónomamente; con la sustancial particularidad de que, para Immanuel Kant, la voluntad autónoma y la libertad, debe emanar exclusivamente de la razón, y no de las inclinaciones naturales.

Intuyo desde sus enseñanzas, señor, que usted es un precursor de los fundamentos de la denominada Inteligencia Emocional, tan útil y tan usada hoy día tanto a nivel particular como en las relaciones sociales; sobre todo en las organizaciones, ya que conjuga la racionalidad y la autoconciencia de las emociones en la justa medida que cada humano estima íntimamente más adecuada.

Creo que habrá que seguir rumiando la mente y seguir estudiando más ideas para crear nuevos modelos morales, o quizás no.

Stop RVI …

─ Àlex, hemos arribado al puerto espacial de llegada. Fin de la experiencia virtual RVI. Bienvenida de nuevo a tu Madre Tierra.

Arturo Gradolí.

Maig de 2012

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(1)   En “El Anticristo” escrito en 1888, Nietzsche alaba la figura de Cristo y describe su mensaje como “un movimiento budista de paz” (cap. 42). También advierte que Jesús no dejó nada escrito, por lo que no podemos saber con absoluta certeza cual fue realmente su verdadero mensaje. En el capítulo 23 de “El Anticristo”, Nietzsche analiza el budismo y dice: “El cristianismo tiene en su base algunas sutilezas que pertenecen a Oriente”.

(2)   Concepto tomado del tratado tercero (¿Qué significan los ideales ascéticos?).

                                                 Bibliografía

La genealogía de la moral. F. Nietzsche. Biblioteca Nietzsche de Alianza Editorial 2009.

El Anticristo. F, Nietzsche. Biblioteca Nietzsche de Alianza Editorial 2009.

Ecce homo. F. Nietzsche. Biblioteca Nietzsche de Alianza Editorial 2008.

El poder de la mentira. Nietzsche y la política de la transvaloración. Jesús Conill. Tecnos 2007.

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Arturo Gradolí és informàtic, filòsof, historiador. Doctor en estudis històrics i socials sobre ciència, medicina, tecnologia i comunicació científica.