La paradoja lamarckiana de la vida
01/2017
Hace unos 2600 años, Anaximandro de Mileto (610-547 a. C.), filósofo de la naturaleza y discípulo de Tales de Mileto, planteó lo indefinido o ápeiron como el principio de todo en su búsqueda de un origen natural del mundo físico, y escribió el siguiente párrafo en el que se observa claramente una concepción evolucionista darwiniana:
“Los primeros seres vivientes nacieron en lo húmedo, envueltos en cubiertas (escamas) espinosas y al crecer, se fueron trasladando a partes más secas y cuando se rompió́ la cubierta (escama) circundante, vivieron durante un corto tiempo una vida distinta». El hombre «en un principio nació de criaturas de especie distinta, porque los demás seres vivos se ganan la vida enseguida por sí mismos y solo el hombre necesita una larga crianza; por esa razón, de haber tenido su forma original desde el principio, no habría subsistido.»
Algún tiempo después, el filósofo Empédocles (495-430 a.C.), postuló la teoría de las cuatro raíces a las que Aristóteles después llamó de los cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua, y escribió lo siguiente en donde se intuye una idea de competición de razas (especies) que recuerda también a la teoría de Darwin:
“Muchas razas de seres vivientes deben haber muerto por haber sido incapaces de reproducirse y continuar su estirpe. Porque en el caso de todos los seres que ves respirando, el aliento vital ha protegido y preservado desde el principio de su existencia cada raza particular, bien por su destreza, o por su valor o por su velocidad.”
Visto lo anterior y tal como ha acontecido a lo largo de la historia de la ciencia, y sin que sirva ni mucho menos para subestimar la teoría de Darwin, podríamos especular con que, Charles Darwin (R.U. 1809–1882) en su «El origen de las especies» de 1859, pudiera quizás concebir la teoría de la evolución evocando las protoideas de Anaximandro y Empédocles. “Lo ya conocido condiciona la forma y manera del nuevo conocimiento” afirmó el médico, biólogo y sociólogo Ludwik Fleck (Ucrania 1896-1961), quién sugirió que los hechos científicos están vinculados a protoideas o ideas atávicas que inspiran a los científicos a formular sus hipótesis. Fleck fue una fuente de inspiración para los paradigmas científicos del filósofo de la ciencia Thomas Khun (EEUU 1922-1996).
Darwin conocía tanto los descubrimientos de su contemporáneo Sir Charles Lyell (R.U. 1797-1875) sobre los extensos tiempos geológicos, como las teorías del biólogo Jean-Baptiste Lamarck (Francia 1744-1829) que hizo aportaciones a la ciencia, entre las cuales sobrevive en nuestra memoria su teoría referida a la generación espontánea de los animales y plantas. Según Lamarck, irrumpen nuevas especies de una forma espontánea y abrupta en lugar de una manera evolutiva gradual y por adaptación al medio como afirma la teoría de Darwin. A la postre, un párrafo del libro de L.M. Principe: «La Revolución científica: una breve introducción» de 2013, me sugiere la «paradoja lamarckiana de la vida», en la que la teoría de la generación espontánea de Lamarck es al mismo tiempo correcta e incorrecta:
“Aunque el hombre contemporáneo se mofa generalmente de la creencia en la generación espontánea, merece la pena señalar que actualmente todo científico que no crea en una creación especial de la primera forma de vida por intervención milagrosa divina tiene en consecuencia que creer en la generación espontánea de vida a partir de materia inerte”.
En resumidas cuentas, el relato anterior viene a cuento de recordar a Lamarck, de quien algunas ideas ayudaron a Darwin a desarrollar la teoría de la evolución. Será menester mencionar entonces que, la ciencia es un saber siempre provisional porque no está en posesión de ninguna verdad absoluta, a diferencia de lo que «garantizan» los dogmas religiosos. Asimismo, como afirmaba Carl Sagan, el escepticismo es la marca de fábrica de los científicos; y, por último, la ciencia avanza a partir de ideas, hipótesis y teorías muchas veces inspiradas en otras precedentes ya fueran acertadas o equivocadas.
02/2017
I tot això ix a col·lació d’una enraonà fa uns dies amb els meus amics Fausto i Juan Ra.