Personas e Inteligencia Artificial
11/2017
Conferencia el 23-11-2017 en el Foro Empresa Humanismo y Tecnología

Históricamente los avances tecnológicos del siglo XX, sustituyeron la fuerza humana y animal por la fuerza de las máquinas, y la tecnología creó muchos puestos de trabajo inimaginables a principios de siglo. Pero a diferencia de ese fenómeno pasado, la Inteligencia Artificial también sustituye la capacidad cognitiva del ser humano por la artificial, y va a poder realizar muchos de los trabajos que hacemos los humanos, por ejemplo, los trabajos rutinarios administrativos y de oficina.
Recordemos que, a principios del siglo XX cuando el carro de caballos fue reemplazado por los camiones, autobuses y automóviles, se crearon muchos puestos de trabajo inexistentes hasta entonces, y también se incrementó la eficiencia en el transporte de mercancías y personas; y los carreteros evolucionaron a conductores de máquinas mucho más complejas. Pero esta vez no ocurre lo mismo, porque se incrementará de nuevo la mejora en el transporte, pero los conductores de máquinas serán, muy probablemente, sustituidos por tecnología. Sin embargo, ya están emergiendo nuevas ocupaciones: analista web, responsable e-Commerce, Social Media Manager, analista de Big Data, de IoC, o de Transformación Digital.
El problema reside en que el empleo creado neto puede ser negativo. El Foro de Davos en 2016, decía que en los próximos 5 años se perderán 7,1 millones de empleos en los países más desarrollados debido a las nuevas tecnologías como la Inteligencia Artificial, y se crearán 2 millones de nuevos puestos en especialidades como informática, matemáticas e ingeniería. Es decir, un desempleo tecnológico de 5 millones de personas.

Llevado al extremo podemos encontrar dos grandes corrientes de opinión: los que opinan que el despliegue de la IA producirá una destrucción neta de puestos de trabajo que provocará un gran desempleo; y los que opinan que esa previsión catastrofista es un error, que tal como ha sucedido en el siglo XX, se crearán nuevos puestos de trabajo de características ahora impensables.
En el caso de los que opinan que esa previsión catastrofista es un error, se podría dar este razonamiento: “Poco va a cambiar la cosa, y por lo tanto mejor no hacer nada, o, si acaso, un impuesto a los causantes del poco desempleo tecnológico que se pudiera ocasionar”. Es decir, un impuesto a la implantación de la IA y robots autónomos que conlleven la desaparición neta de puestos de trabajo. Pero en contrapartida, aumentaría la costosa e indeseable burocracia de control, que, además, podría frenar la innovación tecnológica en las empresas.
Sin embargo, en el caso de los que opinan que el despliegue masivo de la Inteligencia Artificial provocará un gran desempleo, la cosa cambia. Es por la preocupación de un gran desempleo debido a la Inteligencia Artificial y los robots autónomos, que la Comunidad Europea tomó cartas en el asunto y el 31 de mayo de 2016 publicó el Proyecto de Informe del Parlamento Europeo elaborado por la Comisión de Asuntos sobre normas de Derecho Civil sobre robótica. El documento, en la página 11, dice que opina lo siguiente:
“A la luz de la repercusión que la robótica y la IA podrían tener en el mercado de trabajo, debería considerarse seriamente la posibilidad de introducir una renta básica universal, e invita a todos los Estados miembros a que reflexionen sobre ello”.

El aviso de este gran desempleo, fue sugerido por un estudio de la Universidad de Oxford en 2013, que fue el desencadenante de esta preocupación por el empleo. Este estudio de Benedikt y Osborne, analiza 702 trabajos y llega a la conclusión de que un 47% del empleo en EEUU está en alto riesgo de ser realizadas por la Inteligencia Artificial y la robótica autónoma en las dos próximas décadas. Poco después, tanto el Foro Económico Mundial de Davos en enero de 2016, y la Unión Europea en mayo de 2016, alertan de que el despliegue de la Inteligencia Artificial puede provocar un gran desempleo y recomiendan reflexionar sobre la implantación de una renta básica universal.
Recordaré, que la idea de una renta básica universal es la prestación absoluta e incondicional a todos los ciudadanos de una transferencia monetaria de por vida. Cabría mencionar que la primera experiencia piloto se realizó en 1973 en Dauphin, una pequeña ciudad canadiense. El experimento Seattle de renta básica consistió en abonar, sin condiciones, un cheque mensual de casi 1.600 dólares a lo largo de cinco años a 1.000 familias. El número total de horas trabajadas apenas bajó entre un uno y un cinco por ciento, y los estudiantes incrementaron sustancialmente su rendimiento, al mismo tiempo que las hospitalizaciones descendieron un ocho y medio por ciento. Además, las mujeres aumentaron su independencia. En 1978 el experimento fue archivado y en 2009 se recuperaron las 2000 cajas de información con todos los resultados obtenidos.
El historiador holandés Rutger Bregman dice: “La renta básica universal sería el mayor logro del capitalismo”. Pero yo añado otro final: “… del capitalismo social”. Afirmación que comparto.
Mucha gente se preguntará si la renta básica universal es una utopía. Efectivamente es una utopía. Pero utopías fueron también la jornada laboral de 40 horas, el derecho a expresarse libremente, el reconocimiento de la igualdad de la mujer, o un presidente afroamericano en la Casa Blanca.
Cierto es que, la implantación generalizada de la renta básica plantea muchos interrogantes y requiere necesariamente de una preparación y educación de la sociedad para que se haga de una manera ordenada y eficaz la redistribución de la productividad digital, porque va a suponer grandes cambios en la sociedad y en el estilo de vida de los ciudadanos. Pero como recomienda la Unión Europea, hay que empezar a reflexionar seriamente sobre ella.
Como decía antes, parece ser que las invenciones basadas en IA y robótica autónoma, acapararán gran parte de las ocupaciones actuales; y las personas que tengan la suerte de ocupar un empleo, lo harán principalmente en roles creativos, de investigación, o en puestos de supervisión.
Quiero hacer notar también que, cualquier trabajo que NO pueda ser digitalizado o automatizado se convertirá en algo extremadamente valioso. Por ejemplo, el artista, el filósofo, y el artesano que fabrica buenos violines. De manera que, los rasgos típicamente humanos, tales como la iniciativa personal, la curiosidad, el compromiso, la creatividad, la imaginación, la inteligencia social, la empatía, la intuición, el espíritu crítico y la ética, serán las habilidades, es decir, las actitudes y aptitudes humanas más valoradas en el futuro cercano, y del que podría emerger un paradigma socio-económico más humanista.
En definitiva, las tecnologías emergentes, y en concreto la IA, son una gran oportunidad para mejorar la calidad de vida de todas las sociedades del planeta si somos capaces de diseñar, o inventar, un futuro, en el que la educación, la formación, el humanismo, el desarrollo sostenible, la protección del medio ambiente y los Derechos Humanos, sean algunas de las especias que condimenten ese futuro.

Arturo Gradolí, informàtic, filòsof i historiador. Doctor en estudis històrics i socials sobre ciència i tecnologia.
24-11-2017