Neurofilosofía

neurofilosofia

Neurofilosofía

Tambien puede usar
las teclas del teclado
y
para navegar

Sobre el «estar-en-la-cosa»

08/2013

Escuchando el álbum “Ara i Aquí” de Llach me ha sobrevenido una idea que a veces repito inconscientemente, y en la que nunca había reparado en reflexionar. Recuerdo que alguien me preguntó: «¿Qué significa para ti: estar-en-la-cosa?».

¡Estar-en-la-cosa, estar-en-la-cosa! Vaya cantinela para un día de playa.

La mentalidad instrumental, también denominada racionalidad instrumental o estratégica, es aquella en la que nuestras motivaciones para decir o hacer algo son un medio subordinado a un fin: hacemos algo planificando la finalidad o utilidad posterior de nuestra conducta por algún interés personal. En realidad estaríamos pensando y valorando el futuro inmediato o lejano, y no, lo que estamos haciendo o pensando en el ahora.

Por el contrario, otra de las mentalidades no-instrumentales o no-estratégicas, como la que denomino estar-en-la-cosa, es aquella en la que no percibimos la motivación o el fin de lo que hacemos, simplemente lo hacemos y punto: deseamos estar con los amigos sólo por el placer de estar junto a ellos y disfrutar de su compañía, o también, me gusta conducir por el hecho de sentir el placer de conducir, y no sólo por llegar a un destino prefijado. Si estamos conduciendo y pensando mayormente en llegar al destino, conducir sería un medio para algo, para llegar a algún lugar, un medio subordinado a un fin, y por lo tanto mentalidad instrumental, pero no, estar-en-la-cosa. 

Estar-en-la-cosa no es una sugestión en la que se sienta alcanzar la perfección, la inmensa plenitud o la trascendencia existencial, sino que es un, digamos, estado mental benefactor donde uno está ensimismado, emotivo, emocionado, lúcido, irreflexivo, activo, y “vive-en-sí-mismo-los-momentos”, o también, está compenetrado, en sintonía con otra u otras personas que probablemente también estén en la cosa, o al menos nos suscitan tal ilusión. Evidentemente con esta mentalidad queda desterrado el deber de llegar a ningún sitio, sencillamente porque al estar-en-la-cosa, ya estaríamos inmersos en ese lugar o contexto, ya habríamos llegado a él.

La intencionalidad, los “porqués” y los “para qué”, aletean sobre la mentalidad estratégica tratando de dominarnos en ella, y por lo tanto, quedan al margen de nuestro estar-en-la-cosa. El vivir los momentos de manera agradable, desinteresada, fluida y cuasi inconsciente, es decir, el estar-en-la-cosa, siempre es deseable, porque induce la creatividad, las ocurrencias imaginativas, y por ende, incrementa la productividad intelectual y emocional de manera espontánea. 

El estar-en-la-cosa es entonces, diferente al precepto original del poeta romano Horacio y su famoso «carpe diem»: aprovecha el momento en el sentido de no malgastarlo, o no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Preceptos que todos anhelan pero que pocos practican. En esencia, carpe diem es más de lo mismo: mentalidad estratégica de perseguir un fin; una mentalidad que, sin embargo, adecuadamente combinada en una justa medida con la racionalidad comunicativa, es recomendable en la cosa empresarial, política, social, y en la de los intereses personales, es decir, siempre que nos propongamos unos objetivos inmediatos, diarios o lejanos.

Tratemos de alcanzar la mentalidad no-estratégica en nuestras vivencias cotidianas, o mejor y más filosófico, tratemos de alcanzar la mentalidad de estar-en-la-cosa para nuestro día a día en el estar-en-el-mundo. El cómo alcanzarla depende de cada uno, todo es cuestión de empezar. Hesíodo afirmaba hace casi tres milenios que el comenzar algo es la mitad del todo. 

Recuerdo que hace bastante tiempo cuando escuchaba a Lluis Llach, lo percibía con cierta mentalidad instrumental, sin embargo, algo ha cambiado, ahora es diferente y mejor todavía si cabe; ya no lo intuyo como un útil estratégico: quizás estoy-en-la-cosa. Voy mejorando, aunque lo suyo sería tratar de estar siempre en la cosa, que podría intuirse con otro nuevo neologismo: “ser-en-la-cosa”, pero esta es otra historia mucho más compleja que dejaremos para otro día de cantinelas intuitivas.

Arturo Gradolí.

Agost del 2013

Print Friendly, PDF & Email