Sobre la racionalidad y los dogmatismos
02/2013
La racionalidad está emparentada, entre otras, con la capacidad de poder justificar nuestras creencias y convicciones, es decir, con la argumentación, más o menos verosímil y coherente de lo que pensamos íntimamente y expresamos a los demás, ya sea algo loable, ya sea algo despreciable, porque absolutamente todo es susceptible de ser justificado por la razón. Hay diferentes categorías de racionalidad, como son la racionalidad comunicativa y la estratégica o instrumental.
Los dogmas son un tipo de saber, donde la argumentación para justificar nuestras afirmaciones o negaciones, es nula o no se aviene a ningún tipo de razones. Todos los dogmatismos prácticos, aquellos orientados a la acción humana, se basan en las relaciones de poder y subordinación, y de manera absoluta son incompatibles con la argumentación razonada, y con la imposibilidad de ser infalibles o incorrectos. Hay creencias dogmáticas tolerantes e intolerantes; muy peligrosas estas segundas porque no dejan libertad a otras formas de pensar diferentes, y cuando disponen de poder suficiente son causa muchas veces de los hechos más despreciables, como por ejemplo iniciar una guerra.
Si supuestamente Dios nos ha concedido la capacidad de razonar, parece obvio que debe ser para algo, quizás para diferenciarnos del resto de seres vivientes, aunque probablemente también para analizar y argumentar con el objeto de no sucumbir ante ninguna creencia dogmática, ya sea una creencia política, social, económica, científica o religiosa.
A mí parecer, en el caso de existir un juicio divino para premiarnos con el cielo, o castigarnos eternamente en el infierno, Dios debería revisar nuestras vivencias para valorarnos según su criterio, pero sobre todo, debería comprobar el uso que hemos hecho del don primario humano más preciado, que con pocas dudas razonables es la racionalidad. Sería pues, ese buen o mal uso de la racionalidad, un factor determinante a considerar para emitir un juicio supremo. La cuestión celestial podría ser: ¿Ha hecho un buen uso de la facultad de razonar que le he otorgado, o por el contrario la ha desaprovechado escondiéndola o malgastándola en algún tipo de dogmatismo, ya sea por pereza, ya sea por desidia?
Quizás, y paradójicamente, Dios quiera poner a prueba nuestra racionalidad.
Arturo Gradolí.