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Una reflexión filosófico-científica del cambio climático antropogénico

04/2016

Me referiré en esta reflexión al cambio climático antropogénico, es decir, aquel que es consecuencia directa de la actividad humana, y en concreto, por las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Quiero afirmar ante todo, mi convencimiento de que se hace necesario y urgente reducir drásticamente todo tipo de agentes químicos contaminantes para preservar el medio natural y la salud humana, y abogo por las convicciones personales para luchar contra toda clase de contaminación. Y es así, porque tanto el medio natural como la salud son valores absolutos y valiosos por sí mismos que no requieren justificación científica ni de ningún tipo, al igual que la dignidad humana y la libertad.    

Según algunos expertos paleoclimáticos, primero se produce el cambio climático y décadas o siglos después se manifiesta la variación del CO2 en el aire. Supongamos que durante el Periodo Cálido Medieval entre los siglos X y XIV la temperatura fuera más alta que la actual en el hemisferio norte, y que en la denominada por la NASA como «Pequeña Edad de Hielo» entre los siglos XVI y mediados del XIX las temperaturas medias fueron más bajas que en la actualidad. Si ahora suponemos que lo expuesto anteriormente fuera cierto, cosa que el lector puede corroborar o refutar, resultaría que el paradigma establecido del calentamiento global antropogénico podría sostenerse sobre dos errores conceptuales: la falacia inductiva de inferir conclusiones generales a partir de insuficientes observaciones y la falacia del argumento de autoridad.    

En la falacia inductiva se infiere un cambio climático de características apocalípticas debido a las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, fundamentalmente el CO2. Sin embargo, en todo efecto suele haber más de una causa. En concreto, el aumento o disminución global promedio de la temperatura terrestre viene dada por múltiples factores, tanto endógenos como exógenos a la Tierra, tales como las erupciones solares, los múltiples movimientos de la Tierra, la deforestación, los incendios forestales y la actividad volcánica.    

En la segunda falacia, el argumento de autoridad viene dado fundamentalmente por las figuras de los políticos Margaret Thatcher y Al Gore, dos líderes mundiales con poder de influencia en la formación de la opinión pública que, aprovechando instrumentalmente los esfuerzos de organizaciones ecologistas para salvaguardar el medio ambiente en su lucha contra todo tipo de contaminación ambiental, consiguieron dirigir la opinión general a favor de la teoría del calentamiento antropogénico de la Tierra. Un plausible objetivo de Thatcher era su apoyo entusiasta a la energía nuclear, libre de emisiones de CO2.

Lo anterior enlaza con la idea de que el poder es la capacidad que tiene una persona o un determinado grupo de poder de imponer su verdad como verdad para todos. Además, tiene la potencialidad de sofocar las demás verdades tachándolas de irresponsables o incluso despectivamente de negacionistas, nihilistas o no creyentes. Por ejemplo, son los casos de Ivar Giaever premio Nobel de Física y de John Raymond Christy, científico climático líder del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático), un panel de expertos que promovido por Thatcher en 1988 afirma que muy posiblemente el CO2 antropogénico pudiera ser la causa del calentamiento global. Es decir, el IPCC en ningún caso afirma que el CO2 sea la causa del cambio climático antropogénico, sino que es «muy probable». Christy, junto a otros científicos abandonaron el IPCC porque advirtieron que los datos de las investigaciones científicas se estaban “cocinando” en favor del cambio climático antropogénico. También lo abandonó Patrik Mooreun, alto directivo de Greenpeace, por considerar una farsa política la teoría del calentamiento global por emisiones de CO2. Hay muchos científicos que no avalan la teoría del cambio climático antropogénico y reclaman abrir un espacio de debate. Decía Nietzsche: «No hay hechos, hay interpretaciones». Parece ser que cuando la realidad no encaja con una teoría, o con unas expectativas, se pueden hacer dos cosas: revisar la teoría o “cocinar” esa realidad para que se adapte a ella.    

Las dos falacias, la primera desde el punto de vista científico y la segunda desde el social y político, han establecido una verdad, un paradigma irrefutable e incontrovertible al igual que ocurrió con el paradigma geocéntrico ptolemaico, aquel en el que el Sol orbitaba a la Tierra y que perduró hasta más allá de la «Revolución Científica» del siglo XVII. Es importante resaltar que es correcto y beneficioso para el progreso científico cuestionar de forma argumentada cualquier teoría científica. Sin embargo, política y socialmente hoy día es inaceptable cuestionar el cambio climático antropogénico porque se ha convertido en un asunto políticamente incorrecto y en un dogma científico, todo lo contrario de lo que representa la ciencia, porque la ciencia es un saber útil, práctico, contingente, no dogmático y siempre provisional que no está nunca en poder de ninguna verdad absoluta, al contrario de lo que ocurre en los dogmas religiosos.

Convendrá aclarar que, cuando se detectan anomalías en una teoría científica se suele abrir un escenario de debate para discutir las controversias. No hay debates científicos sobre la teoría astronómica heliocéntrica porque no se han detectado anomalías que los sugieran y, por lo tanto, existe unanimidad entre los científicos sobre la validez de la misma. Sin embargo, la teoría del cambio climático antropogénico presenta una serie de anomalías que no puede explicar, por ejemplo, la disminución de temperaturas globales entre 1940 y 1975 cuando al mismo tiempo se incrementaban las emisiones de CO2, según el Registro de temperaturas del Goddard Institute for Space Studies (GISS) de la NASA para la superficie de la Tierra y los océanos (LOTI, Land-Ocean Temperature Index).

La Cumbre de París.

En la Cumbre de Paris de 2015 se dio por zanjada la discusión sobre el hecho científico del calentamiento global de la Tierra. Actualmente, la temperatura media mundial es 0,85 grados centígrados superior a la de finales del siglo XIX según reza en la página web de Acción por el Clima de la Comisión Europea. Cada una de las tres décadas anteriores ha sido más cálida que cualquiera de las precedentes desde que empezaron a registrarse datos en 1850. El Acuerdo tiene por objeto reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático debido a la actividad humana. Conviene aclarar que existen múltiples modelos matemáticos para proyectar las temperaturas globales, y hasta el momento y desde los años ochenta del siglo pasado, todos han errado notablemente en sus previsiones catastrófistas, incluyendo el proclamado por Al Gore.

El objetivo fundamental de la Cumbre es mantener dicho aumento estimado muy por debajo de 2 Cº para finales de este siglo XXI, tomando como referencia los niveles de mediados del siglo XIX, es decir, los que se corresponden precisamente con el final de la «Pequeña Edad de Hielo» en el que se produjo la inflexión en la disminución de las temperaturas. Esa inflexión o cambio de tendencia de las temperaturas de disminuir a aumentar, apoya la hipótesis de que las temperaturas se están recuperando de forma natural, porque si las temperaturas no hubieran subido los 0,85 grados centígrados desde entonces significaría que continuaríamos en la «Pequeña Edad de Hielo». Pues bien, la Cumbre de París acuerda que la ciencia ha dictaminado y, por lo tanto, que hay que tomar las medidas políticas, económicas, sociales y tecnológicas para afrontar el problema del calentamiento global antropogénico, a pesar de que no existe un consenso entre los expertos.

Por otro lado, en junio de 2017 el Consejo Europeo reiteró el compromiso de la Unión Europea y sus Estados miembros de aplicar rápida y plenamente el Acuerdo de París, subrayando que el Acuerdo «es un elemento clave para la modernización de la industria y la economía europeas» (COM/2018/773 pág. 4), afirmación que comparto y que me hace apoyar la idea del cambio climático antropogénico desde la perspectiva política en el sentido de: «Hay que seguir apostando por el problema del calentamiento global. Aunque la teoría (científica) del calentamiento global fuera errónea, es lo que debe hacerse en aras de la política económica y medioambiental» (Timothy Wirth, presidente de la Fundación de Naciones Unidas). Coincido con esta tesis en aras de lograr lo antes posible la soberanía de la Unión Europea en materia energética.

Cierto es que el Acuerdo de París promueve un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero y una tenue disminución del resto de agentes contaminantes, lo cual es totalmente necesario y urgente, incluso insuficiente a mi parecer si realmente queremos proteger la vida humana, la salud y un hipotético colapso ecológico global, tanto ahora como para las próximas generaciones, porque el planeta lo habitamos en una especie de «usufructo planetario» y debemos cuidarlo haya o no haya cambio climático antropogénico. Pero, también es cierto que centrar la atención de algunos problemas medioambientales únicamente en las emisiones de CO2 puede a veces conducir a abordar problemas desde un enfoque equivocado. Es el caso de la extinción del 20% de los corales marinos en los mares del planeta, atribuida erróneamente por algunos expertos al cambio climático antropogénico.

Me explicaré; estudios científicos de expertos independientes no financiados por las industrias privadas (p.e. química y cosmética), ni apoyado mediante subvenciones públicas (muy propensas a subvencionar trabajos científicos en favor del cambio climático antropogénico), como por ejemplo, el estudio sobre los efectos toxicopatológicos del filtro solar UV oxibenzona en las plánulas de coral publicado en septiembre de 2015, afirma que, las mediciones de la presencia de oxibenzona en los arrecifes de coral de zonas costeras habitadas o con presencia constante de turistas en las Islas Vírgenes y Hawái, detectaron concentraciones 12 veces superior a las suficientes para que se produzca el blanqueo y muerte de los corales. El radio de acción de un solo bañista portador de oxibenzona en su piel alcanza los 300 metros, lo que llevó a la prohibición de las cremas solares en lugares como los ecoparques marinos de México. Estas noticias no asoman ni por casualidad en los informativos de las cadenas de televisión más influyentes, o, si acaso, de pasada sin apenas comentarios al respecto.    

La oxibenzona se presenta en múltiples denominaciones: BP-3, benzophenone-3, 2-hydroxy-4-methoxphenyl phenylmethanone, o también, CAS No. 131-57-7. Este elemento químico mata las larvas de animales y envenena las costas de arrecifes de coral, por lo que centrar la lucha ambiental en las emisiones de CO2 y desestimar otras causas como los vertidos de aguas residuales con agentes tóxicos en las costas, es sin lugar a dudas un fatídico error. En otras palabras, centrar los problemas alrededor del cambio climático antropogénico puede llevar a ocultar otras causas de alto impacto perjudicial en la salud humana y el medioambiente. Así, la causa de la muerte de los corales y la fauna marina más vulnerable ha quedado demostrado por estudios científicos independientes que se debe a contaminantes químicos como la oxibenzona. Por consiguiente, esta anomalía química que ha introducido el ser humano en la naturaleza, hace que me pregunte lo siguiente: ¿Podría la oxibenzona ser el agente químico causante de la extinción de las tellinas en las playas turísticas valencianas cuando hace unas décadas comenzó el boom de las cremas para protegerse del Sol? (p.e. platja de les Palmeretes -Sueca-). Este fenómeno bien merecería un estudio por parte de las autoridades valencianas.    

En suma, en el Acuerdo de París no se justifica esgrimir la teoría del cambio climático antropogénico como respaldo científico para estos más que deseables propósitos de proteger el medio ambiente, porque el medio ambiente es un valioso valor absoluto en sí mismo, y porque la teoría no es plenamente aceptada por la comunidad de científicos y climatólogos. La teoría no explica con suficiente rigor científico lo que está sucediendo en el planeta, y así lo manifiestan el número enorme de científicos etiquetados como «negacionistas» porque hay datos y hechos que no se ajustan a la teoría: anomalías al igual que ocurrió en su momento con la teoría geocéntrica. Recalco por lo tanto, mi preocupación filosófica y científica ante la imposibilidad de facto para abrir un escenario de debate constructivo sobre el cambio climático antropogénico.    

Animo al lector en aras del espíritu crítico, a investigar sobre el cambio climático antropogénico dejando de lado las ideologías políticas, económicas o de cualquier tipo, porque reafirmará o cuestionará sus convicciones científicas actuales al respecto, pero, sobre todo, le facultará para entender mejor la construcción social de la ciencia.    

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31.000 científicos desafían la teoría sobre el calentamiento global: Global Warming Petition Proyect

Prensa sobre 31.000 científicos: https://www.laprensalibre.cr/Noticias/detalle/104522/31000-cientificos-desafian-la-teoria-sobre-calentamiento-global–

Convención marco sobre el cambio climático: http://unfccc.int/resource/docs/2015/cop21/spa/l09s.pdf

Toxicopathological Effects of the Sunscreen UV Filter, Oxybenzone (Benzophenone-3), on Coral Planulae and Cultured Primary Cells and Its Environmental Contamination in Hawaii and the U.S. Virgin Islands: efectos toxicopatológicos del filtro solar UV oxibenzona

Adam Smith y el «miserable espíritu del monopolio»

«No hay hechos, hay interpretaciones», Foucault «No al sexo rey»

Una verdad incómoda (Al Gore):

@ArturoGradoli

Informàtic, filòsof, historiador. Doctor en estudis històrics i socials sobre la ciència, medicina, tecnologia i comunicació científica.

Octubre de 2016. Revisado, mayo de 2019.

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