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RAPA NUI y ABDERA: el poder de la diversidad

02/2025

(AI powered)

Àlex de Abdera recibió un mensaje desde Rapa Nui, una isla también conocida como Isla de Pascua, que se encuentra en la Polinesia a unos 3.700 km de las costas sudamericanas del planeta Tierra. El pueblo rapanui, custodio de una cultura ancestral en grave peligro de extinción, pide ayuda para preservar su cultura.

Acompañada de algunos de sus robots humanoides inteligentes viaja a la isla desde el planeta imaginario Abdera atravesando el espacio y el tiempo. Su misión es afrontar una realidad devastadora y tratar de revertirla. Gracias a su tecnología conseguirán restaurar las tabletas de escritura rongorongo y transmitirán un discurso impactante para concienciar al mundo sobre la situación crítica de Rapa Nui.

El grito de Rapa Nui: la misión de Àlex comienza

Se encontraba en la Biblioteca Infinita de Abdera, un lugar que reunía el conocimiento de miles de civilizaciones galácticas, muchas de las cuales habían desaparecido sin dejar más rastro que los archivos de aquellas salas de historia. Àlex pasaba las horas absorta entre las páginas virtuales y holográficas, investigando sobre culturas olvidadas, fascinada por la diversidad que el universo había generado a lo largo del tiempo.

Aquella mañana, estaba releyendo los últimos vestigios de una civilización acuática extinguida en una luna lejana cuando una señal holográfica la sorprendió. Sus manos se detuvieron sobre el lector de datos, y su mirada se fijó en el aire frente a ella, donde un mensaje vibrante y desesperado tomaba forma. Era una comunicación de socorro, un grito de ayuda procedente de un lugar del Metaverso Rapa Nui.

El mensaje empezaba con una voz grave y trémula, cargada de una emoción que parecía atravesar el espacio y el tiempo:

«Nuestro pueblo está desapareciendo. Necesitamos ayuda para sobrevivir y también para restaurar lo que éramos antes de que sea demasiado tarde.»

El holograma se completaba con imágenes estremecedoras: esculturas de piedra expoliadas, paisajes quemados y rostros rapanui marcados por el dolor. Àlex no necesitó más detalles. Conocía Rapa Nui. Aquella isla remota, situada a miles de kilómetros de cualquier otra tierra habitada, había sido un centro vibrante de cultura y espiritualidad antes de que la colonización y el saqueo cultural la casi borraran del mapa.

La herencia rapanui, encarnada en sus moai monumentales, el misterioso sistema de escritura rongorongo y una lengua en peligro de extinción, era un testigo de la resiliencia humana frente a la destrucción. Ahora, esa resiliencia estaba al límite. La uniformidad cultural impuesta desde los años sesenta del siglo XIX había borrado gran parte de la identidad de este pueblo, y Àlex sabía que si no actuaban, Rapa Nui podría convertirse en otro nombre en la lista de civilizaciones olvidadas.

—Spock, Alfa, venid —dijo a sus dos robots más apreciados.

Spock, el más analítico, tenía el aspecto de un humano con rasgos precisos y una expresión imperturbable, mientras que Alfa, más emotivo e intuitivo, transmitía un aire cálido y protector . Ambos formaban parte del equipo de Àlex desde hacía años, y sus habilidades complementarias les habían permitido superar retos imposibles.

—¿Qué ocurre, Àlex? —preguntó Alfa con preocupación.

—Tenemos una misión urgente —respondió ella mientras les mostraba el mensaje holográfico—. Rapa Nui nos necesita. Es una situación similar a la que combatimos contra los Estados homogeneizadores, pero aún más desesperada. Esta vez se trata de un pueblo completo que está a punto de desaparecer.

Spock analizó los datos con rapidez.

—Debemos actuar rápidamente. Si su lengua y su cultura se pierden, será irreversible. Pero es necesario un plan singular. Restaurar el sistema de escritura rongorongo es fundamental, pero también debemos asegurar que su identidad cultural pueda sobrevivir a largo plazo.

—Exacto —dijo Àlex con una chispa de determinación en los ojos—. No sólo se trata de salvar unas tablillas de escritura o unas costumbres, sino de ayudarles a reconstruir lo que son, para que puedan continuar su camino sin nosotros.

Dedicaron las siguientes horas a diseñar un plan. Gracias a la tecnología avanzada de Abdera, podían viajar por el espacio y el tiempo para estudiar el momento exacto en el que la cultura rapanui había empezado a decaer. Restaurar las tablillas rongorongo, que contenían el código de la escritura perdida, sería un paso clave para reconstruir la memoria colectiva. Pero, además, habría que enfrentarse a los retos políticos y sociales que habían sometido al pueblo rapanui durante décadas.

Cuando estuvieron preparados, Àlex de Abdera cerró el terminal holográfico de la Biblioteca Infinita de Abdera y se volvió hacia sus compañeros.

—Este no es sólo un viaje para salvar una cultura —dijo en tono solemne—. Es un combate para recordar al mundo que la diversidad es nuestro mayor tesoro y que nunca permitiremos que desaparezca.

Y con esas palabras, Àlex y sus robots se embarcaron en una misión que les llevaría no sólo a Rapa Nui, sino en el corazón mismo de la lucha por preservar a la humanidad en toda su riqueza y complejidad.

El confinamiento en Hanga Roa

El crucero estelar Diversitas se puso en marcha, atravesando galaxias hacia el océano Pacífico de la Tierra. A bordo, ella revisaba los archivos sobre la historia de Rapa Nui.

En 1862 fue trágico para los habitantes de la isla, marcado por las incursiones de cazadores de esclavos peruanos que capturaron más de un tercio de la población nativa, incluyendo líderes culturales y guardianes de las tradiciones. Entre 1862 y 1863, más de 2.000 polinesios fueron llevados a Perú, donde trabajaron en las guaneras en condiciones inhumanas. Aunque algunas presiones internacionales permitieron la liberación de algunos esclavos, sólo unos cuantos regresaron a la isla, trayendo enfermedades devastadoras como la viruela, que redujeron drásticamente la población rapanui en 1877 hasta 111 personas.

En 1864, la instalación de una misión católica transformó profundamente Rapa Nui, con la destrucción de símbolos culturales y la imposición de la religión cristiana. Este proceso puede considerarse un «altercidio» —concepto del escritor uruguayo Eduardo Galeano—, aniquiló la alteridad y provocó una pérdida irreparable del patrimonio cultural. Posteriormente, la economía y las tierras de la isla quedaron controladas por la Compañía Explotadora de Isla de Pascua, consolidando una situación de explotación y dominación que definió el futuro de la isla y su pueblo.

El 9 de septiembre de 1888 se firmó el Acuerdo de Voluntades entre el ariki Atamu Tekena (rey o jefe supremo), en representación de Rapa Nui, y por el capitán de corbeta Policarpo Toro Hurtado, en nombre del Estado de Chile.

Pero la realidad era muy diferente: los rapanui creían que sólo cederían un uso limitado de una parte de la tierra y que la relación con Chile sería “amigos del lugar”, según su lengua. Pero lo que se plasmó por parte de los chilenos fue la anexión completa de la isla. Estos eventos abrieron una era de expropiación de tierras, represión cultural y subordinación, siguiendo las prácticas coloniales del momento.

La fotografía tomada en 1868 representa el expolio de bienes culturales como el del moai Hoa Hakananai’a, icono de la cultura Rapa Nui, único esculpido en basalto, de color rojo y blanco y con la espalda tatuada. Fue trasladado a Londres donde está expuesto en el Museo Británico.

La anexión de Rapa Nui por parte de Chile refleja el colonialismo global dominante del siglo XIX que fue inspirado por algunos países europeos, como Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos que competían por establecer hegemonías políticas y comerciales en zonas estratégicas del mundo. El historiador Benjamín Vicuña Mackenna criticó cómo las potencias europeas y americanas se repartían las islas del Pacífico, ignorando los derechos de los pueblos indígenas. En este contexto, Chile, influenciado por la dinámica imperialista, decidió anexionar a Rapa Nui probablemente para reforzar su control geopolítico en el Área del Pacífico.

En 1895 el Estado chileno arrendó la isla al francés Enrique Merlet, quien fundó la Compañía Explotadora de Isla de Pascua y ordenó construir un muro y confinar a los isleños en la región de Hanga Roa con la prohibición de salir de los límites. La convirtió en una especie de campo de prisioneros de aproximadamente 1.000 hectáreas donde se tiranizó a los isleños a condiciones de peonaje muy severas, hasta el extremo de que la Santa Sede de Roma intervino para defender a los nativos. En este contexto, en 1898, el ariki (rey o jefe supremo) Riro Ko Ngaure viajó a Valparaíso para pedir la intervención del gobierno ante la explotación y los abusos cometidos por la compañía. Sin embargo, murió en circunstancias misteriosas en el Hospital San Juan de Dios, pocas horas después de llegar al continente. Hasta la fecha, nada se sabe del paradero de sus restos.

En 1903, la situación en la isla experimentó un nuevo golpe cuando Merlet estableció una alianza con la poderosa compañía británica Williamson & Balfour. Esta última, con una visión puramente comercial, adquirió el control de la Compañía Explotadora de Isla de Pascua, reforzando aún más el modelo económico basado en el pastoreo intensivo que, inevitablemente alteró el ecosistema de la isla para adecuarlo a la nueva situación empresarial, porque la compañía priorizaba la explotación masiva de los recursos naturales, especialmente a través de la cría de ovejas que modificó la vegetación de la isla y la deforestación de algunas zonas. Al mismo tiempo, se desestimaba cualquier clase de desarrollo humano, cultural y también de toma de decisiones sobre la isla a los nativos confinados en Hanga Roa.

—Cuando lleguemos, no sólo será una misión cultural —dijo Àlex a Spock y Alfa—. Será una batalla por el derecho vital a existir de una cultura única como la de Rapa Nui.

La llegada y reconstrucción de las rongorongo

La nave Diversitas aterrizó suavemente cerca del volcán Rano Kau. Lo que encontraron fue una isla atrapada entre la belleza natural y la devastación cultural.

La líder local de la Resistencia, Tiare, recibió a Àlex y su equipo con una mezcla de recelo y esperanza. Los llevó a un refugio escondido donde se habían preservado los últimos vestigios de las rongorongo, el sistema de escritura rapanui en tablillas de madera. Estas tablillas contenían fragmentos de la historia, los rituales y las creencias del pueblo, pero la mayoría de las que quedaban estaban muy deterioradas.

—Lo que queda de las tablillas nos conecta con nuestros ancestros —explicó Tiare—. Los moai son sacados de la isla y nuestras tierras son explotadas sin miramiento. Nos están borrando.

Con el apoyo de la tecnología de Abdera, los robots comenzaron a trabajar en la restauración digital de las rongorongo. Utilizando técnicas holográficas, recreaban los símbolos borrados y reconstruían no sólo el aspecto físico, sino también el significado que contenían. A medida que el trabajo avanzaba, Àlex empezó a entender la profundidad del vínculo de los rapanui con su tierra. Cada símbolo era un mundo en sí mismo, una ventana a una forma de vida que había resistido al olvido.

—Lo que hacemos aquí es más que salvar la historia —dijo Àlex en una reunión con los rapanui—. Es restablecer su voz en un mundo que ha intentado silenciarla— y una vez restauradas las tabletas, Àlex y la Resistencia decidieron hacer un paso más allá. Querían transmitir un mensaje global desde Rapa Nui, utilizando las conexiones intergalácticas de Abdera. Su objetivo era mostrar al mundo el valor de la diversidad cultural y denunciar las injusticias históricas como la de Rapa Nui.

El mensaje debía ser impactante, así que decidieran combinar elementos visuales y narrativos: los moai serían testigos silenciosos de la fuerza de los ancestros, las tablillas rongorongo hablarían de la sabiduría perdida, y la voz de los rapanui narraría su lucha por sobrevivir.

El discurso

—Piratearemos los sistemas que alimentan las pantallas de la Tierra y transmitiremos el mensaje —explica la líder rebelde mientras Àlex asiente, comprendiendo la magnitud de lo que están a punto de hacer.

—Debemos llegar a todos los rincones del planeta. Los preparativos se llevan a cabo muy deprisa. Spock y Alfa se aseguran de que cada componente del discurso esté correcto y que cada palabra sea elegida atentamente. Cuando todo está listo, Tiare toma su sitio frente a una cámara.

Los reflectores iluminaban una gran esfera metálica suspendida en el aire. La sala, inmensa, estaba llena de rostros digitales de todo el mundo: líderes indígenas, científicos, filósofos, artistas, políticos, historiadores y pensadores en general. Cada uno con sus historias, esperanzas y luchas, unidos en un momento trascendente. En su frente, un moai proyectaba una mirada solemne y eterna, como si el pasado mirara al futuro con una mezcla de advertencia y fe. Era el momento culminante de una conferencia planetaria convocada por las mismas voces que clamaban salvar a la Tierra.

Tiare se levantó con una imponente serenidad. Respiró profundamente, sintiendo el peso de la historia y la esperanza de la humanidad en cada palabra que iba a pronunciar. Sus ojos brillaban con determinación mientras empezaba.

—Hoy, no somos naciones, ni fronteras, ni ideologías. Hoy somos una sola humanidad que lucha por no perder su esencia. Los moai, nuestros guardianes de piedra, han resistido mucho tiempo de olvido, de erosión, de desarraigo, sólo por recordarnos una lección vital: no podemos vivir contra la Tierra, sólo podemos vivir con ella. Si olvidamos esto, no sólo destruimos nuestro mundo, sino el legado de todas las almas que soñaron antes que nosotros.

Su voz era potente, clara, pero también tierna, como si al mismo tiempo regañara y abrazara. Sus palabras resonaban en más de tres mil lenguas y dialectos, en un gesto que se convertía en un homenaje a la diversidad cultural que había sido despreciada durante demasiado tiempo. Cada lengua, por minoritaria que fuera, tomaba el mismo protagonismo que las grandes hegemónicas, creando una sinfonía de humanidad. En el momento más emotivo, recitó un antiguo poema rapanui, su voz reverberante como un eco ancestral entre los muros digitales: —“Rongo mai te atua, e henua. Escucha la voz de los dioses, oh tierra”. Nunca olvidemos nuestra conexión con lo que nos hace humanos.

Estas palabras, sencillas pero cargadas de profundidad, fueron punto de inflexión. En ese instante, sobre la esfera metálica, apareció un holograma del planeta. Pero no era el mundo que todos conocían: era una red viva, vibrante, mostrando los invisibles lazos entre ecosistemas, culturas y comunidades. Un flujo de vida unida donde el holograma, a la vez majestuoso y conmovedor, arrancó susurros de admiración y lágrimas silenciosas entre el público.

—Hemos llegado a un punto decisivo —continuó Tiare con voz emocionada pero firme—. El futuro no será escrito por imperios ni por máquinas, sino por nuestra capacidad de escuchar. Escuchar los árboles, ríos, vientos, pero también los sueños de nuestros antepasados ​​y el grito de las generaciones que vendrán. Somos herederos de una diversidad que es nuestro mayor tesoro. Abrazarla no es sólo un deber, es nuestra única salvación.

La sala se llenó de un silencio impresionante, cargado de energía. Los ojos de muchos brillaban, conmovidos por la profundidad de sus palabras. Cuando Tiare dio un paso atrás, dejando que sus últimas palabras se instalaran en el corazón de cada uno de los presentes, el silencio se rompió con un estallido de aplausos. No eran simples aplausos, sino un clamor colectivo, un latido unísono que parecía querer decir: «Estamos aquí, y todavía tenemos esperanza».

El discurso no había sido sólo palabras, sino un grito a la esperanza y una declaración de amor profundo por el mundo que todavía podemos salvar.

Un futuro esperanzador

Àlex, desde el puente de mando de la Diversitas, observaba la isla y mientras se preparaban para volver a casa exclama: Hoy hemos plantado una semilla, pero la verdadera batalla será mantener viva esa diversidad y enseñar al mundo a respetarla.

En su regreso a Abdera, Àlex fue recibida como una heroína. Pero para ella, ésta era sólo una victoria en una lucha mucho mayor. Sabía que, en todo el universo, había otros Rapa Nui esperando ayuda. Con el apoyo de los robots inteligentes y las comunidades del metaverso, los abderianos continuaron su misión, llevando el mensaje de la diversidad a todos los rincones del cosmos. Porque, como ella siempre decía: allí donde haya diversidad, habrá esperanza.

El futuro cumplió con las expectativas.

Gracias a la presión de todo el mundo, el Estado de Chile empezó a realizar reformas para proteger los derechos del pueblo rapanui. Las tierras incautadas empezaron a ser devueltas, y se crearon instituciones para preservar y promover la cultura local. Además, Abdera se convirtió en un aliado del Metaverso Rapa Nui, ofreciendo apoyo técnico y cultural para garantizar que la historia del pueblo no volviera a ser ignorada.

Tanto fue así que en 1966 Chile se promulgó una ley que estableció el Departamento de la Isla de Pascua y reconoció la plena ciudadanía de los rapanui, integrándolos en el sistema jurídico y administrativo. Este reconocimiento marcaba un punto de inflexión: por primera vez desde 1888, los rapanui eran reconocidos como ciudadanos de Chile con todos los derechos garantizados por la Constitución y respondiendo a la demanda histórica por reconocer el nombre originario, en 2019 va entró en vigor el cambio jurídico de denominación de la isla, adoptando oficialmente el nombre de Rapa Nui.

El cartel de detrás del viejo eucalipto dice: “Para el conocimiento internacional Rapa Nui nunca entregó ni cedió la soberanía a Chile”.

Fecha fotografía: 12-marzo-2024 (Rapa Nui). Autor: Arturo Gradolí.

En la actualidad, activistas como la abogada Tiare Aguilera Hey, Convencional Constituyente por el pueblo rapanui, defienden el propósito de una nueva Constitución chilena que sea diversa, paritaria y plurinacional. Aguilera confía en que este proceso pueda abrir un camino hacia una relación más equitativa con el Estado, basada en el principio: “amigos del lugar, hoa o te henua”.

Arturo Gradolí. Doctor en estudios históricos y sociales en ciencia, tecnología, medicina y comunicación científica. Filósofo, informático e historiador.

11-12-2024

(Este relato de ficción con intención divulgativa se fundamenta en un estudio académico personal que explora el impacto de los procesos colonizadores del siglo XIX desde varias perspectivas sociales)

EPÍLOGO

Cabe destacar que algunos autores establecen una distinción clara entre imperialismo y colonialismo. El imperialismo se refiere a la decisión y la concepción política de dominar un territorio externo, a menudo tratada de legitimar con argumentos capciosos como la supuesta superioridad cultural, tecnológica o racial del hombre blanco, la responsabilidad de aportar civilización a los demás (The white man’s burden), la eliminación de idolatrías calificadas de paganas, o la consecución de prestigio y poder frente a otras potencias.

Por otra parte, el colonialismo se caracteriza por la conquista efectiva de tierras extranjeras con fines eminentemente pragmáticos, como la explotación de recursos naturales para beneficios comerciales y económicos. A pesar de las diferencias conceptuales entre imperialismo y colonialismo, ambos comparten un elemento esencial: la conquista y dominio sobre una tierra propiedad de otros. En este contexto, los eventos analizados en Rapa Nui reflejan claramente las dinámicas propias del colonialismo, orientado inicialmente a alcanzar objetivos comerciales y económicos.

Además, el modus operandi de los imperios europeos en el siglo XIX se basaba en la expropiación de tierras y bienes de todo tipo, lo que permite a la metrópolis asumir el control de los recursos del territorio subyugado, la colonia. Este proceso se realizaba a menudo mediante el uso de mano de obra esclava u otras formas de trabajo coercitivo. A su vez, los pueblos indígenas eran habitualmente marginados, expulsados ​​o incluso exterminados con el apoyo de las tecnologías militares y logísticas occidentales del siglo XIX. Así pues, resulta pertinente cuestionar si el impulso modernizador fue realmente el factor que situó a las potencias europeas en la cima de la jerarquía estatal mundial, o si, en realidad, esta hegemonía se fundamentaba principalmente en su capacidad de desplegar violencia organizada de modo sistemático y eficiente.

Como hemos expuesto, el colonialismo en Rapa Nui se alinea plenamente con este modus operandi. La tecnología de los barcos a vapor y la organización de los hombres con fusiles al servicio de la Compañía Explotadora de la Isla de Pascua son claros ejemplos. En nuestra opinión, la capacidad de desplegar violencia organizada, ya sea mediante recursos tecnológicos o mediante mecanismos ideológicos o mitológicos, fue un elemento clave para poder llevar a cabo la colonización de la isla.

Asimismo, debe considerarse el imaginario del contexto histórico, como el derivado del reparto de territorios durante la Carrera por África. En este sentido, en 1885, Vicuña destacaba cómo varias potencias extranjeras estaban anexando islas y archipiélagos del Pacífico Sur a sus dominios, cuestionando por qué Chile no había tomado posesión de ninguna de ellas, en concreto, de la isla que se encuentra en el océano Pacífico enfrente mismo del territorio continental de Chile. Esta presión geopolítica, probablemente también fue determinante en la anexión de Rapa Nui.

  El anterior viaje de Àlex de Abdera

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Sitios web

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Publicado en el Diari La Veu el 14-12-2024